No me gusta escribir críticas. En todo momento tengo la sensación de que estoy cometiendo una injusticia y un acto de prepotencia (¿qué tengo que aportar que otr@s no señalen mejor y con más brillantez que yo?), pero tengo un blog de cine y, every  now and then, es lo que toca.
Tal vez esta reticencia se deba a que siempre tengo en mente la sabia reflexión que hace Anton Ego en Ratatouille (“cualquier producto mediocre tiene, probablemente, más sentido que la crítica en la que lo tachamos de basura”);  o quizás a que desde que trato de construir mis propias historias, siento un nuevo respeto por cualquiera que sea capaz de crear algo, bien sea digno o brillante, capaz de tocar a los demás.
 
 
 

 
Y es que cuando un@ se topa con un trabajo tan especial, personalísimo, inclasificable y subjetivo como este To the wonder, parece aún más injusto y presuntuoso hacer una valoración tras un miserable visionado en una tarde de abril caribeña y pegajosa. ¿A qué viene esta entrada, entonces?  A aportar mis modestos two cents a cualquiera que no la haya visto, bien sea por prejuicios o por miedo a la “radical propuesta de Terrence Malick” con las que nos amenaza la crítica. Y es que:
·         Acudir al cine esperando ver una obra maestra (en este caso El árbol de la vida II) trunca las expectativas del  más pintado en el 99’9% de las veces.
·         Acudir al cine esperando encontrarse bien con un peliculón o con una castaña, basándose en las cansinas campañas tipo “o la odias o la amas” en las que se tiende a etiquetar el cine “alternativo”, es encorsetar una experiencia cinematográfica y, lo que es peor, encorsetarse como espectador.
 
 

Desde mi punto de vista, encontrarse con una experiencia cinematográfica a la altura de To the wonder, en medio de la cartelera (y el panorama) actual, resulta más que estimulante: es una auténtica gozada. Que un film te regale un viaje emotivo y sensorial sin cinturón, no ocurre demasiado a menudo. Y es que Malick tiene la capacidad de contarte cosas que, por muy familiares o universales que resulten, parecen ser mostradas por primera vez. Dos ejemplos: una pareja paseando por la playa en el punto álgido de su love story, y una mirada descarada de deseo hacia otra mujer que es captada con amargura y tristeza por la traicionada enamorada. Como espectadores, nos resultan sobradamente conocidos, pero, por algún motivo, estos instantes parecen ser narrados ante nuestros ojos como si no los hubiéramos visto nunca. ¿Cuántos directores pueden hacer eso?
 
 
 
 
Hay elementos conocidos que la emparentan con su predecesora: contemplación poética, reflexiones existenciales en forma de voz en off, fragmentación, música omnipresente, imágenes sensoriales, fotografía prodigiosa, montaje deconstruido, comunión entre el ser humano y la naturaleza, preguntas y más preguntas sin respuesta…
 
 
 
Algunos temas: el amor en todas sus facetas, el desamor, la ambivalencia entre la sed de amor y el miedo a entregarse (y perderse), la fe en el amor como motor vital (y/o el síndrome de “amar demasiado”), la búsqueda del sentido de la vida, la (falta de) fe cuando todo, a tu alrededor, se contamina…
 
 
 
 

Y resultan tan fascinantes y subyugantes algunos de estos momentos, que incluso, se pasa por alto o se perdona, cierta tendencia al subrayado o la reiteración machacona. Posiblemente, To the wonder no pretenda ser tan ambiciosa y redonda como su predecesora, ¿pero qué importa eso? Es cine de emoción, mente y espíritu que conmueve, invita a la reflexión y te lleva hasta donde se lo permitas. ¿Quién puede rechazar un viaje de semejante calidad y envergadura?
 
 
 
You shall love whether you like it or not. Emotions, they come and go like clouds. Love is not only a feeling; you shall love. To love is to run the risk of failure, the risk of betrayal. You fear your love has died; perhaps it is waiting to be transformed into something higher. Awaken the divine presence which sleeps in each man, each woman. Know each other in that love that never changes”.
 
 
 

 
You can watch the trailer here
 
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