“Nada crece bien a la sombra de un gran árbol”. O eso, al menos, aseguraba el escultor Constantin Brancusi. ¿Opinará lo mismo la benjamina de la familia Holmes? Con una celebrity brillantísima como hermano mediano, y en una época en la que ser mujer te reducía a la condición de ciudadano de tercera, Enola tenía todas las papeletas de crecer siendo, a lo sumo, un arbusto llamativo, pero, afortunadamente para ella, no es el caso que nos ocupa. Miss Holmes, además de multitalentosa, disfruta de una educación privilegiada y multidisciplinar adelantada a su tiempo, a cargo de Eudoria, su madre, mujer culta, contestataria y libérrima, cuyo objetivo principal consiste en que su criatura se convierta en la mejor versión de sí misma. Sin embargo, cuando la joven tiene solo 17 años, la matriarca desaparece misteriosamente, y con ella, como iremos comprobando a medida que avanza el metraje, las expectativas de disfrutar de un buen film.

Enola Holmes tenía potencial para ofrecer un enfoque fresco, feminista y muy interesante de la Inglaterra victoriana, pero, tristemente, fracasa en casi todo. Se le podría perdonar que la trama de misterio se vea diluida y eclipsada por el lógico coming of age, pero en el film de Harry Bradbeer, no se nos narra el clásico mito de Perséfone, en el que una desorientada adolescente debe vencer sus miedos e inseguridades, crecer y aprender a valerse por sí misma, sino que, básicamente, lo único que cambia para Enola, durante todo el metraje, es el escenario. Miss Holmes ya es la mejor versión de sí misma desde el principio: inteligentísima (no hay misterio, ni respuesta que se le resista), madura, encantadora y hábil en sus relaciones sociales (a pesar de haber vivido aislada durante toda su vida), envidiablemente capaz de tumbar a un tipo que le dobla en peso (y edad) y, que sepamos, sin un solo defecto, límite o neurosis. Es, como diría Mary Poppins: “prácticamente perfecta en todo”. Y sin evolución, ni arco dramático, ni, básicamente, pertenecer a la especie humana, ¿qué interés o empatía va a generarnos su personaje?

Pero, ¡que no cunda el pánico! Tal vez Enola Holmes esté a la altura como interesante retrato sociocultural de un momento tan duro y fascinante, al mismo tiempo, como el del movimiento sufragista. Wrong again! Con una profundidad de postal, y a base de un trazo grueso bochornoso, se da una visión rancia, simplista y desaprovechadísima del feminismo, reduciendo una de las luchas más básicas y trascendentes en materia de derechos humanos, a un maniqueo  (y superadísimo) hombres versus mujeres (en el caso de Enola, a ella contra su hermano mayor), que harían que todas las heroínas que lucharon y sufrieron para que las mujeres seamos consideradas personas se revuelvan en sus tumbas. ¿Han vuelto a actuar los señoros-secuaces del post-#MeToo mal entendido… again?

Y, llegadxs a este punto, nos queda el drama familiar. O sea, la relación de Enola con Eudoria y su reconexión con sus muy mayores y emocionalmente distantes hermanos mayores. ¿Es acertado y sutil el film en cualquiera de estas subtramas? Pues tampoco. No bastaba con que Enola fuera “asquerosamente perfecta”, sino que el resto de los personajes resultan bidimensionales y pobremente desarrollados. La mamma Bonham Carter resulta un frustrante “visto y no visto”, Mycroft es, simplemente, el sketch de un capullo reaccionario sin matices, y hay que echarle muchísima imaginación al personaje de Cavill para dejar de ver al hombre de acero (Incluso lo embuten en un traje una o dos tallas más pequeño para que no se nos olvide lo cuadrado que está). Y con cuerpo de superhéroe, sin ingenio ni dotes de deducción sobrehumanas, ni gracia, ni carisma, ni sentido del humor, ¿quién puede ver en él a Sherlock Holmes?

¿Qué decir de la forzosa love story, entonces? Sobre el “niño-pijo-que-en-realidad-no-lo-es-tanto” sobrevuela la descarada confirmación de secuela, de tal forma que apenas desarrollan a su personaje, “abandonándolo” de forma bastante anticlimática. Pero, ni la esbozada historia de amor adolescente resulta apasionante, ni extraordinaria, en ningún aspecto, ni sentimos la suficiente química y complicidad entre ellos como para desear que acaben juntos a toda costa. Otro fracaso de un guión que está escrito sin ganas, inteligencia o mimo, y con la clarísima intención de crear un (horrible término para una historia) “Mc Producto” que se olvida en cuando caen los títulos de crédito. ¡Elemental, querido público!

Y si el guión hace aguas por todas partes y la dirección resulta, cuanto menos, discreta, ¿tan mala es Enola Holmes?¿cumple, al menos, como entretenimiento? Desde mi punto de vista, a pesar de no calificarla como desastre total y absoluto, sus dos irregulares horas resultan excesivas para lo poco que se nos narra. Cuenta, eso sí, con el innegable carisma de Millie Bobbie Brown y una factura técnica impecable, pero quien busque a un personaje tridimensional, fresco, rebelde y rabiosamente feminista, reclamando su espacio en el mundo y dentro de la nada convencional familia Holmes, que se vaya olvidando de esta Enola Holmes made by Netflix.