Llegaron los noventa y los cazadores de tendencias quisieron ponerle una etiqueta a la generación nacida a últimos de los sesenta y principios de los setenta, pero no se les ocurrió ninguno lo suficientemente catchy, así que, echando mano de las socorridas matemáticas, lo dejaron en “Generación X” y que cada uno lo despejase como pudiese. Pues vale.

Este «X Pack» tuvo una musa clara: Winona Ryder. Resultaba lógico, entonces, que en la película que, teóricamente, iba a retratar mejor que ninguna esta generación de veinteañeros descreídos, ella fuera la protagonista total y absoluta.

Como chico inteligente-sensible-bohemio eligieron a uno de los guapos de moda: Ethan Hawke y, curiosamente, echaron mano de un director novel, Ben Stiller, en su etapa semi-desconocida pre-Farelliana, que también interpretaba al tercer vértice del triangulo, el aspirante (práctico y con los pies en la tierra, en esta ocasión) al corazón de la Ryder.

Puede que ninguno de los 3 supiera entonces donde se estaba metiendo, pero las lenguas bífidas aseguran que Hawke no aguantaba los aires de diva-comprometida de la Ryder y que sentía impulsos incontrolables de estrangularla cada vez que la chica comenzaba una frase con “los actores tenemos la obligación de… “.

Los adolescentes que vimos Reality Bites (o, La realidad muerde, como a mi me gustaba llamarla) con la fascinación (y reverencia) con la que se mira-imita a los hermanos mayores, en general, nos sentimos un poco decepcionados con el resultado final, pero las dudas de aquellos chicos tan cool, su desorientación, su estética y su banda sonora, para bien o para mal, dejaron una huella en nuestras maleables mentes…

¡Enhorabuena por tus quick fingers, Ro! Me encanta que cada semana acierte una persona distinta 🙂

P.S. No tiene nada que ver con la actualización, pero si no lo digo, reviento: ¡Hoy es el día de la marmotaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!